Bendito sea Dios en los carismas con que embellece a su iglesia. Clausura del Año de la Vida Consagrada en Cáceres

Ana la profetisa, quien lleva en su corazón y en su vida el testimonio del amor y el seguimiento de Cristo, fue el referente que utilizó ayer la Hermana Magdalena Bennásar en la clausura oficial del Año de la Vida Consagrada como símil de la labor que realizan en nuestra diócesis religiosos y religiosas de muy diversos carismas. «Ana nos habla, como el papa Francisco continuamente, de la espiritualidad del empequeñecimiento: empequeñecer nuestros egos, nuestras limitaciones, para dejarle al Señor, al Niño, nuestra voz, nuestras personas, nuestras vidas de nuevo, como al principio de nuestra vocación, para, como Ana, estar, aunque seamos mayores o muy mayores, como ella, o insignificantes, como ella«.

Los participantes en la celebración atravesaron la Puerta Santa el 2 de febrero iluminados por velas y en procesión hacia el interior del centro pastoral de Jesucristo Resucitado, donde se encuentra el Santuario de la Divina Misericordia, lugar jubilar de nuestra diócesis junto a la catedral y que acogió esta celebración.

«Bendito sea Dios en los carismas con que embellece a su iglesia«, podía leerse en un folleto que portaban los asistentes. CONFER de Coria-Cáceres celebró con intensidad esta clausura en Cáceres, con una celebración muy cuidada y con numerosos detalles que la convirtieron en única. Uno de ellos, durante la lectura del evangelio, donde diversas religiosas portaron velas y rodearon al diácono Roberto Chaves quien proclamó la Palabra de Dios.

Don Francisco Cerro Chaves, obispo de Coria-Cáceres, agradeció a todos los presentes su asistencia y les transmitió su cariño. En su homilía, resaltó tres características de la Vida Consagrada: profecía, proximidad y esperanza. «Profeta es el que habla en nombre del Señor, el que puede decir cómo sabe Dios, llegar hasta la fuente de la alegría que es Jesucristo«. El prelado resaltó el esfuerzo de la vida consagrada por estar próximos a la realidad de las personas. «Hacerse cercanos, estar próximos a la realidad… los carismas en la Iglesia son como el arco iris que refleja a Dios«. Y por último, la esperanza: «En la vida consagrada lo mejor está por llegar, se pueden cerrar casas, congregaciones en nuestra diócesis, desaparecer la iglesia como sucedió en Cartago, pero sabemos que nuestra fe permanecerá hasta el final«. Y lanzó un mensaje a los presentes: «Confiad mucho en el Señor, como María nuestra madre tenemos que creer en el Dios de lo imposible«.

Otro de los gestos que más sorprendieron fue la presentación de las ofrendas, con una musical y vistosa danza africana que realizaron varias religiosas keniatas y que acompañó al pan y el vino hasta el altar.

En la recta final de la celebración los religiosos y religiosas fueron invitados por la Hermana Jara a ser peregrinos de los gestos de amor misericordiosos del Padre. Ellos pidieron fuerza para esta tarea y se ungieron con aceite perfumado. «La frente para tener los pensamientos del Señor, los ojos para mirar como él, los labios para ser palabra encarnada y el corazón para que siempre esté junto al Suyo«.

El culmen final fue una danza contemplativa de acción de gracias en la que con gestos, elevaron sus manos al cielo, pidiendo la gracia de Dios, unas manos que después, volvían hasta el corazón de los religiosos, lugar donde guardan el tesoro de la fe.

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