3 septiembre 2013
Carta de despedida a un amigo

Amigo Antonio:
¿Qué podría yo decir de ti, en estos momentos de dolor y desconfianza?
Yo te definiría como un hombre de Dios, con grandes inquietudes, con una fe bien arraigada, siempre dispuesto a transmitir los grandes valores de tus creencias. Una persona cristiana y un gran enamorado de tu profesión, la medicina.
¡Cuántos diagnósticos acertados hiciste en tu vida!, pero cuando llegó el tuyo, enseguida vistes que Dios te cortaba la trama.
Y te fuiste sin hacer ruido, apenas nos dimos cuenta, pues pensamos que no sería tan rápida tu partida.
¿Tanta prisa tenías por alcanzar en Reino que merecidamente tenías prometido?
Pues nos has dejado confusos, sin comprender apenas nada, como Jesús cuando dice:
– «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí, o el que no toma su Cruz y me sigue, no es digno de mí. El que pierde su vida por mí, la encontrará» -Mt. 10. 37-39.
Entonces tú tenías claro que perdiendo tu vida, encontrarías la vida eterna como así lo anunciabas continuamente en nuestras charlas.
Pues lo único que nos queda a los que te queremos es, que intercedas por nosotros allí arriba.
Gracias por todo, amigo.
Eduardo González
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