12 diciembre 2011
D. Francisco ordenó a tres nuevos diáconos permanentes en la Festividad de la Inmaculada

Coria-Cáceres cuenta con tres nuevos diáconos permanentes, que fueron ordenados el ocho de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción de María, en la Catedral de Coria.
D. Francisco regresó de Madrid, donde ya había sido ingresado para el preoperatorio de la intervención quirúrgica a la que sería sometido la mañana del viernes nueve de diciembre, para ordenar diáconos a Wilfredo Tomé -Holguera, Juan María Sánchez -Ceclavín y Manuel Martín -Villamiel. Los tres se unen así al grupo de diáconos permanentes de la diócesis, cuyo número asciende ya a siete.
Durante la ordenación, los diáconos hicieron las promesas de servicio y obediencia a la Iglesia y al Obispo, del rezo de la liturgia de las horas, el servicio de la palabra y la caridad, a la que se añadió, sólo para Manuel, la promesa de celibato, ya que era el único soltero.
Durante siglos el diaconado quedó relegado exclusivamente como paso previo al sacerdocio. Sin embargo, así lo destacó D. Francisco durante su homilía, el Vaticano II retomó la importancia del diaconado, restableciéndolo en la Iglesia Latina «como un grado propio y permanente de la jerarquía» -LG 29. Siguiendo también el Directorio del Diaconado Permanente de la Diócesis, el Obispo recordó, además, que «los diáconos, que se encuentran «en el grado inferior de la jerarquía, reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así, confortados con la gracia sacramental, en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la Liturgia, de la Palabra y de la Caridad» -LG 29″.
El diácono, siguió D. Francisco, está llamado a prestar su servicio en la proclamación de la Palabra de Dios, en la Comunión, principalmente a los enfermos, y en el servicio de la caridad, por eso entre sus tareas no podrá descuidar la organización y potenciación de las Cáritas, entre otras funciones. Puede, también, presidir y bendecir el sacramento del matrimonio y el bautismo.
Todo ello sin desatender su formación y sus obligaciones familiares, sobre todo, si las tuvieren, ya que el diácono permanente puede ser también un hombre casado. En este sentido se recordó durante la homilía el hecho de que también sus respectivas esposas forman parte de esa vocación diaconal ya que deben dar su consentimiento. «Por fidelidad a su esposa, aunque enviudase, Dios no lo quiera, el diácono permanente no se vuelve a casar», destacó de forma curiosa también D. Francisco, que se sentía orgulloso de poder ordenar a Wilfredo, Juan María y Manuel, aunque agradecía también a su predecesor en la sede cauriense, D. Ciriaco, la intuición y puesta en marcha en la Diócesis de todo el proyecto para la formación y ordenación de diáconos permanentes.
Los tres nuevos ordenados, en agradecimiento a todas aquellas personas que les acompañaron durante la ceremonia, invitaron a los presentes a tomar un refresco en el polideportivo de Coria.
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