11 julio 2012
Jubileo de la Catedral: Pastoral Penitenciaria “Toma mi vida y hazla de nuevo…”

Este es el himno de acción de gracias, que cantábamos, casi, al final de la Eucaristía, el día siete de Julio, con motivo del Jubileo de la Catedral de Coria, que vino a ganar la pastoral penitenciaria de Cáceres y un grupo de presos, en un total de veinte personas. En estos momentos, entonábamos estos versos: «Toma mi vida y hazla de nuevo, Yo quiero ser un vaso nuevo».
¡Qué bonito es en la vida cambiar nuestros pasos y dirigirlos por otro camino! No siempre nos damos cuenta de nuestra vida errada y no siempre estamos dispuestos a llevar otra senda. Para llegar a un cambio de vida, es necesario que Alguien nos toque el corazón, y por nuestra parte, sintamos en nosotros esa fuerza, que nos ayude a cambiar, a ser personas nuevas.
En este cambio de vida, que querríamos que se diera en nosotros, Don Francisco, nuestro Obispo, al dirigirnos la homilía, había dicho, siguiendo a Lacordaire, que para ser feliz un momento, nos bastaba con vengarnos en la vida, pero si queríamos ser toda la vida cristianos y felices, era necesario que perdonáramos. El perdón hace que sigamos otra vida distinta, como así nos lo hacía ver nuestro prelado, al decirnos de las cuatro hijas de Aldo Moro, que no dudaron en acercarse a la cárcel y perdonar a los asesinos de su padre, diciendo la hija más pequeña, que lo habían aprendido de Jesucristo.
En este día de Jubileo, ya desde la llegada a la Catedral de Coria, pasábamos por la puerta del Perdón donde el Sr. Obispo nos invitaba a pasar por Jesús, la verdadera Puerta, necesaria para sentirnos perdonados y a la vez, para que aprendamos a darlo a los demás. Por él tenemos que pasar constantemente en la vida sintiendo el gozo y la alegría que da el ser acogido por el Dios de la misericordia.
Don Juan Rodríguez, el capellán de la pastoral penitenciaria, citó este acto como un gesto histórico porque un grupo de presos habían querido venir a ganar el Jubileo, que la Iglesia concede, siguiendo todos los pasos, que se piden para poder ganar los beneficios espirituales que se desprenden de este hecho, como era el recibir los sacramentos del Perdón y la Eucaristía y la oración al final. Pero, no dejaba de ser menos histórico y bonito, que en esta salida hacia la Catedral de Coria con el motivo ya citado, les había acompañado la Virgen de la Merced, Redentora de cautivos y presos, que siempre les ha presidido su capilla y nunca salió de ella, a no ser para cambiarla de residencia.
Como acto final en la catedral, después de haber recibido como recuerdo de dicho día una estola para ponerla a los pies de la Virgen de la Merced, allá en su capilla, y un libro del comentario al salmo cincuenta para cada asistente, publicado por nuestro obispo, donde acudimos a Dios misericordioso para que perdone nuestras culpas, recitábamos la oración a Santa María de la Merced, compuesta por el Obispo de Santander, D. Vicente Jiménez Zamora, que es toda una súplica a la carencia de libertad y Ella es la abogada de nuestras penas y nuestro paño de lágrimas.
No cabe duda, que tanto el salmo dirigido a Dios nuestro Padre, como la súplica a nuestra Madre, son una alegre sinfonía para nuestra vida, que nos ayudan a ser vasos nuevos, personas libres de ataduras, que le oprimen, en un mundo, que a pesar de movernos de un sitio para otro, sin embargo, necesitamos soltar nuestras cadenas, que nos aprisionan y nos atan y comenzar una vida más digna y más humana entre toda la sociedad.
Román Fernández Martín
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