26 octubre 2021
La diócesis de Coria-Cáceres celebra la Jornada preparatoria para las Semanas Sociales

La Diócesis de Coria-Cáceres ha celebrado este sábado 23 de octubre la reunión del grupo de reflexión para preparar las Semanas Sociales que tendrán lugar en Sevilla, a nivel nacional, del 25 al 27 de noviembre.
La diócesis se suma así a otras que en toda España están trabajando estos meses de septiembre, octubre y primeros de noviembre sobre el documento elaborado por la Junta Nacional «Guía de Trabajo para los Seminarios. La regeneración de la vida pública. Una llamada al bien común y a la participación».
Las distintas reflexiones y conclusiones recabadas a nivel diocesano sobre el documento, serán presentadas en el encuentro nacional de las Semanas Sociales que acogerá la archidiócesis de Sevilla.
Semanas Sociales
Las Semanas Sociales de España, cuya organización data de 1906, son un servicio de la Conferencia Episcopal Española para el estudio, difusión y aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia a las cuestiones sociales de notoria importancia y actualidad.
Estas jornadas, que quieren seguir siendo un hito dentro del pensamiento social de la Iglesia, realizan una valiosa contribución al discernimiento del aquí y el ahora de la Iglesia, de su aportación al momento presente y de su contribución, desde la reflexión y la práctica, al bien común de la sociedad. Para ello, cuentan con grandes expertos de la política, la economía y la solidaridad que realizan sus aportaciones a la luz del humanismo cristiano.
Sobre la pluralidad de la vida pública
Sobre este tema se platearon las siguientes cuestiones: ¿Cómo vivimos la pluralidad en la vida pública? ¿Qué significa encontrarse con «el diferente y lo diferente» para construir el bien común?
Se constató que lo cotidiano es vivir en un ambiente de pluralidad, pero con muchos prejuicios. Ser distintos no significa ser distantes. Es necesario trabajar juntos en un mismo objetivo, cumpliendo con lo que Jesús nos dice en la frase de «quien no está contra nosotros, está con nosotros». Lo que fortalece el diálogo es compartir un objetivo común.
Las obras deben de ser más importantes que las palabras, para poder encontrarnos con el diferente y con lo diferente. Hablamos de pluralidad en la vida pública, pero tenemos que superar el reto de aceptar la pluralidad en el interior de nuestra Iglesia. Porque en realidad la Iglesia es plural, pero quisiera ser uniforme.
A nivel Diocesano, existen experiencias en el trabajo con otras personas y colectivos, donde se trabaja para mejorar algunas zonas de la ciudad, lo que confirma que compartir el mismo espacio, ayuda a tener una misma visión.
Vivimos la pluralidad y lo diferente como una amenaza, de forma que cuando alguien plantea una idea o pensamiento diferente al nuestro, lo llevamos a un plano personal, considerándolo una amenaza que condiciona nuestras relaciones, en lugar de vivirlo como algo que nos enriquece.
Nos planteamos la siguiente cuestión: ¿Cómo gestionamos la pluralidad dentro de la Iglesia? – El reto es trabajar por el bien común. – Se trata de trazar unos límites, unos principios irrenunciables:
- La dignidad de la persona.
- Saber separar las personas de las ideas.
En el mundo rural, la pluralidad se hace presente en el servicio a los demás, donde se acoge a las personas, aunque la exclusión a veces se produce precisamente como miembro de la comunidad parroquial. A pesar de estas situaciones, hay que buscar lo que nos une y no lo que nos separa. En ocasiones, como creyentes nos hemos sentido más entendidos fuera del espacio eclesial que dentro, porque a la gente de la Iglesia le cuesta entender que el compromiso público se hace desde la fe. Aun así, hay que respetar los procesos de las personas y de los colectivos. – En el caso de nuestra Diócesis, tras el Sínodo y mucho trabajo y esfuerzo, se tiene más asumido la importancia de lo social.
Sobre el diálogo
A partir de la siguiente pregunta: ¿Qué significa dialogar desde las convicciones sin que ello suponga monólogos en público? Se expuso que dialogar para conseguir un objetivo común, implica la renuncia de algo, de forma que al final del diálogo se produzca una transformación de lo que en principio era nuestro pensamiento. – El diálogo supone una actitud de apertura. El diálogo supone humildad, para poder trabajar sobre lo que nos divide, lo que nos duele, lo que nos separa. No estamos educados para escuchar.
Es preciso tener tolerancia, respeto. Son valores que se están perdiendo en la soledad actual. Una forma de mejorar el diálogo es pensar en el otro como hijo de Dios y que en ocasiones en el sufrimiento nos encontramos las personas. – Es importante hacer un diálogo interior previo que refuerce nuestras convicciones. Hay que partir de que todos siempre tenemos una parte de razón.
Sobre los procesos
¿Qué significado tiene alentar «procesos y no ocupar espacios»? Hay que trabajar por lo que creemos que es bueno para la sociedad, sin necesidad de liderarlo. Debemos preguntarnos, si cuando planteamos una actividad respondemos más a un proceso como objetivo o si el objetivo es la actividad, para evitar caer en el peligro de la hiperactividad, con actividades que carecen de fondo y reflexión. Es muy significativa la importancia de la inmediatez en nuestras acciones. Otro riesgo importante en el que solemos caer es la falta de coordinación en nuestras acciones, lo que perjudica el tener una visión conjunta de las cosas. Por ello es importante el diálogo.
Es importante que nos sintamos hermanos, dedicarnos tiempo para evitar el riesgo de lo inmediato. Hay que ser alternativa al mundo de los eventos, para no morir en el momento en el que el evento termina. A veces se tiene la sensación de que participamos en la consecución del bien común, en cuanto beneficia nuestros intereses particulares o como colectivo, dejando de trabajar por ello, cuando ya no nos interesa. Este aspecto debe ser evitado por lo que se consideran cristianos.
No hay constancia ni perseverancia para trabajar más allá de lo inmediato. ¿Estamos preparados a renuncia a ocupar espacios? – En ocasiones hemos olvidado el propósito inicial de nuestra presencia y de nuestros espacios, pudiendo llegar a la conclusión que no es necesario que estemos. – El debate está en la diferencia entre ocupar espacios o estar presentes en el espacio y asumir las consecuencias de no estar presentes. – Sigue latente un debate histórico, sobre si debemos ser laicos de mediación o laicos de presencia y todavía no se ha resuelto. – Tenemos que ser fermento en la masa.
A veces nos sentimos atacados y creamos espacios propios para defendernos. Nos afanamos por cuidar espacios por miedo o tradición, en lugar de cuidar a los laicos comprometidos con su presencia en determinados espacios. Hemos pasado de la subsidiariedad, como aspecto identitario, a la sostenibilidad, como un aspecto económico.
Religiones en público
¿Qué significa que «Dios tenga un espacio en la esfera pública? ¿Cómo defender esa confesión pública? – Corremos el riesgo de que si Dios no tiene espacio en la vida pública, me coloque yo. Por eso es necesario purificar mi imagen de Dios, para poder transmitir fielmente su imagen, para evitar que esta se reduzca y esté sesgada. No hay nada más evidente que Dios está y no es preciso insistir en nada más. No hay que buscarle ningún espacio. – Hay que pelear para que en lo público tenga presencia la transcendencia y la espiritualidad, el reconocimiento de la espiritualidad como una dimensión del ser humano.
También habría que preguntarse ¿cómo quiere Dios estar presente? desde la idea que Dios presenta siempre un mundo nuevo. En ocasiones vivimos una cierta esquizofrenia al intentar separar en la vivencia de la fe, lo público de lo privado. La fe no se puede fragmentarse puesto que en la conversión que se produce no puede diferenciarse lo público de lo privado.
Finalmente el grupo se planteó la siguiente pregunta: ¿Qué aportan las religiones al ámbito de lo público? Para dar respuesta es preciso explicitar cuestiones fundamentales sobre «de dónde venimos» y «a dónde vamos».
También se subrayó que es importante no confundir la religión con las sectas. Las religiones están abiertas al diálogo y a la búsqueda del bien común. Las sectas son intransigentes. La religión ayuda al enriquecimiento de la vida social y al respeto de la persona.
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