La Jornada por la vida a través de testimonios de nuestra diócesis

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  • Quedé embarazada en Colombia con 18 años y el padre de mi hijo, en cuanto se enteró de que estaba embarazada, se hizo a un lado. Tuve que afrontarlo sola, mi madre estuvo pendiente de mí, fue la persona que más me apoyó. Yo no planeé quedarme embarazada, pero no me planteé abortar, a pesar de que tuve algunas anécdotas desagradables por no contar con un marido al lado, que me hicieron sentir mal, como si le faltase algo a mi hijo”.

 

  • “Tengo un trastorno bipolar. A partir de 37 años, tuve el primer brote, y aunque previamente tuve algún síntoma no lo asocié. Tras tener un segundo hijo, a raíz de una situación fuerte tuve el primer brote, perdí la memoria. Retrocedí 14 años y estuve hospitalizada, me ayudaron a recordar a mis hijos y mi vida. Estuve unos años sin diagnóstico y empecé con medicación. A partir del diagnóstico empecé a comprender mi vida y mi propia historia, aunque al principio me costó aceptarlo. Me perdoné, me comprendí a los 40 años. Ya en España empecé a tener más control sobre la enfermedad. No estoy loca, pero hay personas que no lo comprenden, por eso no suelo contarlo. No hay que estigmatizar la enfermedad y a la persona, vivir con esto es difícil pero no es algo que se elija”.

 

  • «Yo vivía en Madrid cuando me quedé embarazada y todas las personas me decían que lo abortara, porque me iba arruinar la vida, que sola sin el padre y sin familia no iba salir adelante. Me echaron del piso donde estaba de alquiler, y fue ahí donde decidí venir a Cáceres sin conocer a nadie. Le doy gracias a Dios porque aquí conocí personas maravillas que me han ayudado muchos, mis compañeras de piso donde vivo, al Padre Ángel y también a Caritas por el apoyo que me han brindado. Salí adelante con mi embarazo.  Hoy lo más hermoso de mi vida tiene 15 meses de vida y puedo decir que haber venido a Cáceres y tener a mi hija es lo mejor que pude haber hecho. Gracias a cada uno de ellos por el apoyo la ayuda que me han brindado y por estar conmigo y mi pequeña».

«Contigo por la vida, siempre» es el lema con el que se celebra este año la Jornada por la Vida. Será el sábado 25 de marzosolemnidad de la Anunciación del Señor. «Este día la Iglesia celebra el misterio de la encarnación, cuando el Verbo de Dios asumió, por amor, nuestra naturaleza humana para llevarla a su plenitud». Así lo recuerdan los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida en su Mensaje para esta Jornada.

Los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida “invitan a acompañar la vida humana, la vida de cada persona, en todas las fases de su existencia, desde su concepción hasta su muerte natural, aumentando los cuidados cuando la vida es más vulnerable”. Y enumeran las vidas “que deben ser acompañadas”.

En primer lugar, señalan “al inicio de la vida”. Los obispos afirman que “plantear que eliminar una vida humana pueda ser solución para algún problema es una grave equivocación, como ocurre en el caso de un embrión o un feto en el seno de su madre”. Por eso, “las leyes que promueven y amplían el supuesto «derecho al aborto» son absolutamente injustas porque “legalizan la muerte de personas inocentes e indefensas”.

Los prelados reclaman “una serena reflexión” que “vaya a las raíces del problema y busque alternativas reales para que las madres que afrontan, muchas veces en soledad, un embarazo no deseado no tengan que recurrir al aborto”.

También piden acompañamiento para los refugiados e inmigrantes “que llegan a nuestras fronteras, la mayoría de las veces en condiciones tan trágicas”. Recuerdan las palabras del papa Francisco en Fratelli tutti: “Nunca se dirá que no son humanos, pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos. Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer, a veces, ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno”.

En la enfermedad mental pues ante el “alarmante” aumento de suicidios, especialmente entre los más jóvenes, es “un tema que merece ser considerado con hondura”. Los obispos ofrecen la colaboración de la Iglesia para afrontar el tema y manifiestan su deseo de “estar cerca de los familiares y amigos de las personas que se han suicidado, acogiendo y acompañando con respeto su dolor”.

En la ancianidad porque “en una sociedad del descarte y la desvinculación, los mayores siempre tienen mucho que perder” y es necesario “un planteamiento en el que las personas mayores sean protagonistas” y “crear cauces para escuchar su voz y para darles espacio en la vida de la Iglesia y de la sociedad”.

Y al final de la vida, cuando la vida humana “en muchas ocasiones vuelve a ser frágil” y “la gran tentación consiste en buscar falsas vías, que pretenden eliminar el sufrimiento, cuando lo que están haciendo es acabar con la vida de la persona”. Por eso, una vez más, “manifestamos nuestro rechazo a la ley que regula la eutanasia y pedimos la aprobación de una ley integral de cuidados paliativos, dotada de los recursos necesarios, para acompañar de manera verdaderamente humana a las personas en la fase final de su vida”.

Los obispos continúan su mensaje aportando algunas propuestas de acción porque “el análisis realista de la situación” en lugar de “llevarnos al pesimismo” debe “comprometernos en la transformación de este mundo al cual Dios ama tanto”.

En primer lugar, “conscientes de la magnitud del desafío, debemos promover la oración por la defensa de la vida humana”. En segundo lugar, proponen el testimonio personal. Cada fiel cristiano está llamado a dar “testimonio del amor verdadero con palabras y con obras”. En tercer lugar, exhortan a los laicos a comprometerse y acompañar a las personas que deben ser, especialmente, acompañadas.

Los prelados terminan su mensaje pidiendo a “María Santísima, Madre de la Vida, que infunda en nosotros un amor concreto y creativo para instaurar la cultura de la vida, acompañando y acogiendo a cada persona”.

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