La Puerta Santa de la Misericordia se abre en Coria para entrar y salir al encuentro del otro

El Año de la Misericordia comienza en la diócesis de Coria-Cáceres con la apertura de la Puerta Santa en la Catedral de Coria. Don Francisco Cerro, acompañado de un gran grupo de sacerdotes y fieles, comenzó la ceremonia en el templo parroquial de Santiago Apóstol, donde se leyeron las parábolas de la misericordia de la oveja y el dracma perdidos y un fragmento de la Misericordiae vultus del Papa Francisco, donde se explica qué es la misericordia.

En procesión se llegó después a la puerta santa, a los pies de la Catedral. La procesión iba guiada por un Cristo crucificado, portado por la Unión de Cofradías de Coria, signo, como dijo D. Francisco en la homilía, de «la presencia de la religiosidad popular en este año, que contemplando estas bellísimas imágenes, descubren en ellas al Dios y también a la Madre de la misericordia».

Tres aspectos o modos de vivir el Jubileo de la Misericordia destacó, de manera gráfica, el obispo en la homilía:

El Jubileo de los ojos, en el que destaca la figura de Jesús, que nos invita a «ser contemplativos», que es más que «ser tolerantes», pues «la misericordia es tener un corazón positivo capaz de ponerse en el lugar del otro». «La contemplación del crucificado lleva a la alegría» y «hunde sus raíces en la oración, que lleva a la esperanza»; «a mucha oración, mucha esperanza».

El Jubileo del corazón, en el que destaca la imagen de la Iglesia como nuestra madre, no sólo los templos donde ganar el jubileo, la Catedral y el Santuario de la Divina Misericordia en Cáceres, sino esas otras periferias a las que el Papa nos invita a salir, pues «las puertas no sólo son para entrar, sino para salir; entramos para recibir el perdón, pero tendremos que salir para ser Iglesia en salida». «La Iglesia lo que pretende es sencillamente que cada uno de nosotros seamos capaces en nuestra vida de salir al encuentro del otro». Y para llenar el corazón de ese deseo de salir al encuentro del otro es muy aconsejable la meditación de las parábolas y los salmos de la misericordia, al igual que el estudio de los santos padres y los santos que han vivido la misericordia de Dios.

El Jubileo de las manos, tan necesarias para practicar y vivir las obras de misericordia: «Menudo programa para vivir también nuestro Sínodo, porque la misericordia tiene que ser el alma del Sínodo, su espiritualidad». Sin misericordia «no tenemos nada que hacer en este mundo, ni siquiera dentro de la Iglesia». En la Iglesia, insistía también don Francisco, no caben los «autorrefenciales, que son los rigoristas, de un estilo o de otro, pues todo rigorismo mata, mientras que la misericordia da vida, pues se pone en el lugar del otro. Solamente podremos construir, si tenemos el corazón misericordioso como el de Cristo».

Concluía el Obispo recordando la oración de Teresa de Calcuta: «Concédeme, Señor, un corazón que nunca se manche, sino que te ame profundamente a ti, y unas manos que se manchen trabajando por los pobres».

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