La Zona Norte de la Diócesis de Coria Cáceres en el cuarto día de la Novena a la Virgen de Guadalupe

«MARíA, AMPARO DE NUESTRA FE»

Este era el lema que se nos ofrecía a la Zona Norte de la Diócesis de Coria-Cáceres el tres de septiembre, como encargada de presidir y dirigir el cuarto día de la Novena a la Virgen de Guadalupe, allá en su Monasterio, sintiéndonos honrados por tal designación, y sobre todo, alegres y contentos por estar, junto a nuestra patrona de Extremadura para cumplir tan gran encargo, saliendo muy satisfechos porque todo el grupo salía alegre por haber estado a los pies de nuestra Madre la Virgen de Guadalupe

A las nueve de la mañana, salía de Coria, en peregrinación hacia el santuario mariano, un grupo de unas sesenta personas, venidas de distintas parroquias de la Vicaría Norte y acompañadas del Sr. Vicario, que estaba al frente de la misma, el Sr. Arcipreste de la Sierra de Gata, el que escribe y el nuevo diácono de la ciudad de Coria. Puestos en marcha, pasamos por algunos pueblos para ir recogiendo a los distintos peregrinos que caminábamos hacia la Virgen a cumplir nuestros deseos y a exponer nuestras plegarias.

Al llegar al santuario, hicimos un recorrido turístico por las distintas dependencias del monasterio y llegando, al final, al camarín de la Virgen, fuimos pasando delante de Ella para presentarle nuestras oraciones y peticiones. Fue agradable el contemplar la belleza, que allí se guarda, y sobre todo, al presentar nuestros deseos, y sin duda, también a nuestras parroquias, antes los pies de María Santísima.

Uno de los objetivos, ya estaba cumplido al ampliar nuestros conocimientos del monasterio, que nos fueron mostrados por un guía y el presentar nuestras intenciones particulares a nuestra Patrona. El segundo objetivo, más importante y más bonito, el ser representantes ante la Señora, de nuestras parroquias y de toda nuestra Vicaría y al dirigir y participar en ese día de la novena; fue una satisfacción el poder cantar con los monjes el rezo de vísperas y asistir a la Eucaristía celebrada con mucha solemnidad, invitando todo ello a aumentar la devoción y el amor a la Virgen Santísima. El salmo responsorial fue un canto muy bello donde se mostraba la acción misericordiosa de la Virgen María a favor de sus fieles.

La Eucaristía, concelebrada con los frailes franciscanos y sacerdotes, ya citados, presidida por D. Julián Carlos, Vicario de la Zona Norte, y participada en las moniciones y lecturas por los fieles peregrinos, dio lugar a que todos nos sintiéramos hermanados; a ellos les damos las gracias por este acontecimiento y por la buena acogida, que recibimos. Nuestro Vicario, en la homilía, que nos dirigió, nos presentó como pueblo que camina, recordando así el lema del Jubileo de la Catedral de Coria; nos pone a María como modelo de la Iglesia porque Ella fue la primera en acoger la Palabra y vivirla; a Ella le pide, que nos dé un corazón para escuchar esa Palabra y para ser el amparo de nuestra fe. Tuvo un doble recuerdo ante la Virgen Santísima por lo ocurrido en nuestra tierra: uno triste por el accidente sufrido en la fábrica de Moraleja, donde murieron tres personas y por el último militar toledano, muerto en accidente en nuestra tierra, al llevar a cabo las labores de extinción del incendio originado en la Sierra de Gata. El recuerdo alegre, presentado a la Virgen Santísima, fue la medalla de Extremadura, concedida a las religiosas del Cottolengo, por la labor, que llevan a cabo desde hace mucho tiempo con las personas discapacitadas.

Fue un gesto muy bonito el que tuvieron un grupo de discapacitados de Coria al presentarle a la Virgen, a la hora de las Ofrendas, una pulsera, hecha por ellos con mucho cariño. Gesto, que ya lo han repetido otras veces, en circunstancias parecidas, como así lo hicieron notar.

Al final, todos marchábamos contentos y satisfechos por nuestra misión cumplida, a los pies de María.

Román Fernández Martín