30 septiembre 2010
Nuevos párrocos en el Arciprestazgo de Montánchez

Alegres repiques de campanas en unos sencillos pero acogedores pueblos y en distintos días de este mes de septiembre para convocar a los fieles a acompañar a sus nuevos párrocos en unas ceremonias sencillas pero cargadas de emotividad, presididas nuestro obispo D. Francisco Cerro que daba posesión a D. Roberto Rubio de la parroquia de Salvatierra de Santiago, a D. Juan Antonio Aroca de las parroquias de Valdefuentes y Benquerencia, a D. David Ruiz de la parroquia de Torremocha; y al P. Francisco Javier Navareño EDMP. de la parroquia del Rincón de Ballesteros. Todos ellos acompañados por sacerdotes del arciprestazgo, familiares, amigos, feligreses venidos de sus anteriores parroquias y un gran número de fieles de los pueblos de los que tomaban posesión.
A todos ellos D. Francisco les recordó qué significa ser un párroco:
– Es el que da a Jesucristo, en la Eucaristía, en los pobres, en la palabra, en la catequesis, en los sacramentos. El que transmite tanta pasión y tanto amor por Jesucristo, que como en la parábola del Hijo Pródigo, el hijo que se ha ido pueda decir me levantaré e iré a mi Padre.
– «Donde Dios te siembra allí tienes que florecer», tiene que estar en vuestras alegrías y sufrimientos, que os quiera como un padre a sus hijos, es lo más importante de un párroco.
– En la puerta de una sinagoga judía reza esta inscripción: «No te pido que vayas delante de mí porque no soy capaz de seguirte, ni tampoco te pido que vayas detrás de mí por si te pierdo, solo te pido que camines a mi lado, que me comprendas, que sientas mi cercanía.». Esto es lo importante que vuestro párroco os acompañe, que camine a vuestro lado como lo hace nuestra madre la Virgen Santísima.
Daba las gracias dadas a sus padres porque en la familia es donde nace, florece, se cuida y mima la vocación al sacerdocio; a ellos por su generosidad de aceptar estos nombramientos, y a los grupos de la parroquia: catequistas, caritas, liturgia, sacristán, coro, jóvenes, por recibirles y colaborar con su párroco.
Al finalizar la Misa cada uno les dedicaba unas breves palabras agradeciendo primero a Dios que les llamó a su ministerio sacerdotal sin mérito propio, a sus padres y hermanos, a la nueva comunidad cristiana que les acoge con tanta generosidad, a la que se acercan con profundo respeto, tuvieron palabras de agradecimiento para los sacerdotes que les precedieron y hablaron de la continuidad en su ministerio.
Felicitar a los nuevos párrocos, sus familias y a sus nuevos pueblos con la gran oblación que cada uno recibió en su nueva parroquia.
Teresa Alvarado Rubio
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