Ordenados cuatro diáconos en la Catedral

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Este domingo 9 de julio de 2017 a las 19 horas en la Catedral de Coria tuvo lugar la ordenación de cuatro diáconos: Juan Sáinz de los Terreros Aguirre de Cárcer -Coria, Joaquín Vila Ramos -Cáceres, José Luis Fernández Martín -Aldehuela de Jerte y José Luis Suela Gil -de Cor Iesu, residente en Casares de Hurdes. En la celebración estuvieron acompañados por los párrocos de sus localidades, así como numerosos sacerdotes y fieles de nuestra diócesis y también de las diócesis vecinas de Plasencia, Mérida-Badajoz y Toledo. La nota musical la puso el Coro de la Renovación Carismática de Coria.

En su homilía, el obispo de Coria-Cáceres explicado qué es ser diácono: una institución que está desde el principio de la Iglesia, con «aquellos siete varones justos que ayudaban a los presbíteros en la palabra, la liturgia, la administración y sobre todo en el servicio a los más pobres». E hizo hincapié en dos términos: la Palabra y los pobres.

El diácono está llamado a prestar su servicio en la proclamación de la Palabra de Dios, en la Comunión, principalmente a los enfermos, y en el servicio de la caridad, por eso entre sus tareas no podrá descuidar la organización y potenciación de las Cáritas, entre otras funciones. Puede, también, presidir y bendecir el sacramento del matrimonio y el bautismo.

Todo ello sin desatender su formación y sus obligaciones familiares, sobre todo, si las tuvieren, ya que el diácono permanente puede ser también un hombre casado. También sus respectivas esposas forman parte de esa vocación diaconal ya que deben dar su consentimiento. Por fidelidad a su esposa, aunque enviudase, el diácono permanente no se vuelve a casar.

El prelado explicó que de los cuatro uno, José Luis Suela Gil, además adquiría también el compromiso el celibato con vistas al sacerdocio, una condición no es la de un hombre que vive sin pasión y sin amor, sino que vive su celibato con la «pasión por el Evangelio y Jesucristo que lleva a la santidad».

Durante la celebración, D. Francisco Cerro impuso las manos a los cuatro para pedir el Espíritu Santo para los nuevos diáconos, quienes prometieron obediencia al obispo.

Además, todos los fieles se unen en oración invocando a los santos su intercesión, momento en el que los ordenandos se postraron en el suelo, como signo de humildad, pero elevando a Dios su corazón.

Ya con su nueva condición fueron revestidos por otros diáconos con la estola cruzada y la dalmática, ornamentos distintivos del Diaconado.

¿Qué es un diácono?

Durante siglos el diaconado quedó relegado exclusivamente como paso previo al sacerdocio. Sin embargo, el Vaticano II retomó la importancia del diaconado, restableciéndolo en la Iglesia Latina «como un grado propio y permanente de la jerarquía» -LG 29. Siguiendo también el Directorio del Diaconado Permanente de la Diócesis, «los diáconos, que se encuentran «en el grado inferior de la jerarquía, reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así, confortados con la gracia sacramental, en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la Liturgia, de la Palabra y de la Caridad» -LG 29».

Este ministerio constituye un enriquecimiento importante para la misión de la Iglesia. Por esta riqueza que el Diaconado aporta a la Iglesia, estamos de enhorabuena en la Diócesis de Coria-Cáceres.

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