PEREGRINAR A TIERRA SANTA: “PUERTA DEL CIELO”

Sí, ¿Valió la pena! No olvidaremos este viaje peregrino.

El peso de la historia ha dejado huellas en estos santos lugares con un encanto que cautiva y alucina. Sólo quiero expresar las vivencias y manifestaciones de los eien peregrinos de la Diócesis de Coria-Cáceres que partimos en la madrugada del sábado, día 21, agosto 2010- de la capital cacereña rumbo a «Tierra Santa», y presidida por su Excelencia Reverendísima, D. Francisco Cerro Chaves, aventurándonos a lo desconocido para muchos.

Tras la presentación y el saludo cordial y respetuoso de nuesstro Sr. Obispo, fuimos encomendados a la Stma. Virgen y San Rafael, patrón de los caminantes, implorando su apoyo y bendición para conseguir, con gozo, los beneficios que supone recorrer los pasos del Señor, los Apóstoles y de los primeros cristianos, principios inamovibles de nuestra fe. Porque la vida, a veces, nos abofetea con paradojas absolutamente indignantes.

Todo era alegría e ilusión. Teníamos un viaje por delante lleno de sorpresas y esperanzas para sentir y beber las raíces profundas y fuente de nuestro cristianismo, tras diez días alejados de las rutinas cotidianas.

Muchos son los caminos que conducen y coronan los deseos de un peregrino. Destacando las consabidas rutas denominadas:

– Jacobea -Santiago de Compostela

– Marianas: Fátima, Lourdes, Guadalupe

– Roma -La ciudad eterna

– Jerusalén -Tierra Santa.

¿Quién no ha peregrinado, alguna vez, a alguna de ellas» Pues, los efectos del viaje se ven con los ojos del corazón; produce frutos de fe en quienes realizan estas rutas y se prolongan en el tiempo. Sería como llegar al mismo destino pero por diferentes itinerarios.

Debo señalar, si la salida fue expectante, no menos y con creces fue la llegada a Tel Aviv -Israel. Tierra Santa. Amanecer en una ciudad que no se conoce es de ensueño. Muchos de nosotros al pisar esa bendita tierra sentimos «un escalofrío» e instintivamente arrodillados besamos, tal y como lo hicieron los Papas: Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, el suelo y un puñado de arena apretado al rescoldo del corazón, lo hicimos subir con fe a nuestros labios.

Así comenzamos los días venturosos tal y como lo marcaba el programa, con la Eucaristía, preces y oraciones al salir el alba y al aterdecer.

Las distintas ciudades y lugares recorridos más emblemáticos, tienen un halo inquietante: Nazaret, Caná de Galilea, Monte Tebo, Jericó, Jerusalén, Belén, Mar Muerto, Lago de Tiberíades, Río Jordán, Santo Sepulcro… Después Petra -Jordania.

Por motivos de espacio sería prolijo reproducir aquí todos los visitados, pero sí quiero resaltar, sin olvidar a los demás, a JERUSALéN y PETRA. Explorar y contemplar sus monumentos y murallas es un privilegio para la vista del peregrino.

No hay mucho que decir cuando se tiene delante semejante panorama. Tierras de singular belleza para doquier. Todo como si la madre naturaleza lo presentara en una vitrina natural.

Vivencias como recorrer en barca el lago de Tiberíades -Mar de Galilea. Renovación de las promesas del Bautismo. Las del Matrimonio. El baño en el Mar Muerto…

¿Qué ha supuesto esta peregrinación a los «Santos Lugares»»

Un aldabonazo a nuestras míseras conciencias y un despertar a la vida de la gracia, como en la mañana del primer Domingo de Pascua, tras el doloroso Vía Crucis. No hay camino sin espinas, pero no los es más cierto que la senda está cubierta por fragantes rosas que exhalan perfumes, haciendo más agradable y llevadera la cruz del peregrino.

¡ánimo! Nos seguiremos viendo, compartiremos vivencias, amistad y el cariñó que día a día se ha ido forjando. Gracias por lo que hemos recibido, escuchando y hablando unos con otros. Y, cómo no, muchísimas gracias de corazón a nuestro guía y mentor el Sr. Obispo, D. Francisco Cerro Chaves, excelente comunicador en sus charlas y homilías. Que el Señor le siga dando temple, luz en sus enseñanzas, carisma con sus fieles y amor con los desvalidos.Y, por cierto, para vosotros compañeros peregrinos un saludo, un apretón de manos. Que nunca se desvanezca esos intensos días vividos en Tierra Santa. Todo ha sido un sueño/realidad indecible. Nunca faltó el detalle, la emoción y las pequeñas incidencias de carácter anecdótico. En la despedida nos precipitamos a fundirnos en un largo abrazo. El viaje tocó a su fin y cada cual regresó a su casa, dejando una huella imborrable en mi memoria.

Andrés Bote Bonilla

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