Reflexiones en el Año de la Fe: «Hay que cuidar que las personas experimenten el seguimiento de Jesús, de su mensaje y de su vida»

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Nos encontramos en el Año de la Fe, que ha sido declarado como tal para toda la Iglesia católica. Se trata de profundizar en el nudo de lo que significa ser cristiano. Señalo algunos aspectos en los que a mi parecer habría que insistir.

Ante todo, que en la acción pastoral se promocione el despertar y el crecer en la fe cristiana en todos los fieles. A primera vista parece claro pero, mirando la realidad, esta finalidad creo que no se logra tan fácilmente. Analicemos la situación.

Vemos que mucha gente práctica menos, que la eucaristía dominical es cada vez menos frecuentada, y esto no solo en la capital, sino también en los pueblos. Hace tiempo que no se hace un estudio de la práctica religiosa, y no estaría mal descubrir la situación real en este aspecto.

Constatamos igualmente que la indiferencia religiosa y la descristianización crecen a pasos galopantes, y algunos hablan ya hace tiempo que estamos en un país de misión. Como muestra de esto, descubrimos que muchos niños al acercarse a la catequesis de primera comunión no han rezado nunca y, por tanto, no tienen experiencia de haberse conectado con el Misterio, con Dios, no saben ni el padrenuestro.

Por otra parte, vemos también que otras religiones, especialmente con los emigrantes, están igualmente presentes en nuestra sociedad.

En esta realidad estamos, y aquí es donde tenemos que vivir y promocionar el año de la fe. El admitir esta realidad plural es una primera exigencia para poder dar una respuesta pastoral adecuada. No estamos en una situación de cristiandad, sino de misión pura y dura.

Una segunda exigencia pastoral es que no todos los que vienen ocasionalmente a los templos o a pedir algunos sacramentos son cristianos adultos, conscientes y responsables de su fe. Creo que tenemos un pueblo que en gran parte está sacramentalizado, pero no evangelizado, es decir, no ha descubierto y vivenciado a Dios-Jesucristo como vida de sus vidas, no ha tenido la experiencia gozosa de que Jesucristo haya pasado por sus corazones. Muchos se han quedado en la primera comunión y después no han vuelto a pisar las iglesias.

El deseo pastoral es que la gente practique los sacramentos, y con eso nos conformamos. Incluso, ahora que escasean los sacerdotes, la preocupación es que al menos se les pueda celebrar una misa dominical. Menos cuidado se pone en que las personas experimenten el seguimiento de Jesús, de su mensaje y de su vida, es decir que vivan y profundicen en su fe cristiana. Y sin esto los sacramentos se convierten en una mera carcasa sin contenido interior. Pienso en lo que machaconamente dice el concilio Vaticano II. A mi parecer los sacramentos son la cumbre, la coronación de un proceso de la fe; no al revés, primero los sacramentos y después la fe. Los sacramentos son celebraciones de fe o no son nada. Dice el concilio: la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza -SC 10, el subrayado es mío.

Por eso, creo que hay que ayudar a los fieles, con delicadeza, comprensión y respeto, a que pasen de la mera práctica a que descubran el significado de fe de aquello que celebran. De lo contrario nos encontramos con cantidad de familias que celebran las primera comuniones de sus hijos sin importarles lo más mínimo que inician a sus hijos en el seguimiento y amistad de Jesús. Y claro, al acabar la ceremonia, se acabó toda referencia religiosa. Y no digamos los que se casan; son pocos los que hacen la opción de que la vivencia de su amor sea un reflejo del amor de Dios.

Con los habitualmente practicantes también habrá que ayudarles a tener y experimentar una fe adulta, tanto en la vivencia de la misma como en dar razón de ella. Esto es importante en todas las celebraciones sacramentales, especialmente en la eucaristía. Y si de verdad creemos que Jesús de Nazaret es el centro de nuestra fe cristiana, en transmitir su mensaje del Reino y el conocimiento de su persona y de su estilo de vida, es donde se debe poner todo el empeño.

Por eso este año de la fe nos exige repensar toda la acción pastoral para intentar dar respuesta a los problemas actuales para que el anuncio y la maduración de la fe tengan una respuesta pastoral adecuada.

Julián Díaz Lucio

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