Santidad al alcance de todos… como el Beato Carlo Acutis

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Queridos diocesanos:

El pasado 10 de octubre tuvo lugar en Asís la Beatificación del Venerable Carlo Acutis un adolescente que murió en Italia el 12 de octubre de 2006 y que se dio a conocer por su pasión por llevar la Palabra de Dios a través de internet. El Papa Francisco en la Exhortación apostólica postsinodal Christus Vivit lo presentaba por primera vez como ejemplo a seguir en el mundo digital: «Es verdad que el mundo digital puede ponerte ante el riesgo de ensimismamiento, del aislamiento o del placer vacío. Pero no olvides que hay jóvenes que también en estos ámbitos son creativos y a veces geniales. Es lo que hacía el joven siervo de Dios Carlo Acutis» -Christus Vivit, n.º 104.

¿Quién fue éste joven de Milán que nació en Londres? Acutis murió con 15 años tras una fulminante leucemia. Hasta entonces era habitual verlo en la Eucaristía, que fue su fuerza cotidiana desde que recibió la Primera Comunión con sólo 7 años. La llamaba «mi autopista hacia el Cielo». Este sacramento y su devoción a la Virgen María le enseño a ver más allá del horizonte terrenal. «Nuestra meta debe ser el infinito, no lo finito. El infinito es nuestra Patria. Desde siempre el Cielo nos espera», decía.

Tuvo siempre grandes deseos de atraer al mayor número de personas a Jesús, haciéndose anunciador el Evangelio sobre todo con el ejemplo de su vida. Fue precisamente el testimonio de su fe lo que le llevó a emprender con éxito una obra de asidua evangelización en los ambientes que frecuentaba, tocando el corazón de las personas que encontraba y despertando en ellas el deseo de cambiar de vida y acercase a Dios. Los testimonios de los que le conocieron hablan de que lo hacía con espontaneidad, mostrando con su modo de ser y de comportarse el amor y la bondad del Señor. De manera extraordinaria tenía gran capacidad de testimoniar los valores cristianos incluso a costa de enfrentarse a malentendidos, obstáculos y, a veces, a que ser rieran de él. Despertaba además una gran admiración por el ardor con el que, en las conversaciones, defendió la santidad de la familia y la sacralidad de la vida contra el aborto y la eutanasia. Cuando le llegó la enfermedad la enfrentó con serenidad, se abandonó entre los brazos de la Providencia y bajo la mirada materna de María decía: «Quiero ofrecer todos mis sufrimientos al Señor por el Papa y la Iglesia. No quiero ir al purgatorio, quiero ir directo al Cielo». Al final de su vida dijo: «estoy contento de morir porque he vivido mi vida sin malgastar ni un sólo minuto de ella en cosas que no le gustan a Dios».

Realmente hizo suya las palabras de Jesús: «Este es mi mandamiento que os améis los unos a los otros como yo os he amado». Esta certeza en su vida lo llevó a tener una gran caridad con el prójimo. Sobre todo hacia los pobres, los ancianos, las personas solas y abandonadas. Siempre fue acogedor con los necesitados y cuando iba a la escuela los encontraba en la calle y se detenía a hablar, a escuchar sus problemas y, en la medida de lo posible, los ayudaba.

En la celebración de la beatificación el Cardenal Agostino Vallini, Legado Pontificio para las Basílicas de San Francisco y Santa M.ª de los ángeles, dijo que la beatificación de Carlo Acutis es una buena noticia, un anuncio fuerte que un joven de nuestro tiempo ha sido conquistado por Cristo y se ha convertido en un faro luminoso para quienes quieren conocerlo y seguir su ejemplo.

El mes de noviembre comienza con la solemnidad de todos los santos, la liturgia de ese día nos invita a compartir el gozo celestial de los santos, a gustar de su alegría. Nuestra mirada se tiene que dirigir hacia el Cielo para contemplar a una muchedumbre inmensa de hermanos nuestros que ya han alcanzado la corona de gloria que no se marchita. En esa muchedumbre no sólo están los santos reconocidos de manera oficial como es el caso del nuevo Beato, sino también los bautizados de todas las épocas y de todas las naciones que en su vida, con la gracia de Dios, han encarnado las bienaventuranzas. Ciertamente a la Iglesia no le faltan hijos díscolos e incluso rebeldes, pero es en los santos donde se refleja la belleza y la hermosura de ésta madre nuestra. He querido traer en este escrito semanal, y ante la proximidad de ésta solemnidad, el ejemplo y la vida de este joven para que nos demos cuenta que cada uno de nosotros está llamado a este ideal y a esta aventura de la santidad. Decía San Bernardo que «nuestros santos no necesitan nuestros honores y no ganan nada con nuestro culto, pero confieso que cuando pienso en los santos, siento arder en mí grandes deseos». En efecto, al contemplar los ejemplos de sus vidas se nos invita a no desfallecer en este combate y alentarnos de que es posible ser santos: «Sed santos, porque yo,el Señor, vuestro Dios, soy santo» -Lv 19, 2.

En el Evangelio Jesús nos explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las Bienaventuranzas -cf. Mt 5, 3-12 que son como dice el papa en Gaudete et exsultate «como el carnet de identidad del cristiano». Si alguno se pregunta qué es lo que hay que hacer para ser un buen cristiano, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas: bienaventurados los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y se de justicia, los limpios de corazón, los misericordiosos, los artífices de la paz, los perseguidos… en la medida de que tú y yo acojamos esta propuesta podremos participar de la bienaventuranza del Cielo.

Diego Zambrano López

Administrador Diocesano.

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