Sor Margarita realizó su profesión solemne en el Convento de la Madre de Dios de Coria

El tres de abril, Sor Margarita NdungeMutuku, en presencia del Sr. Obispo y la Madre Abadesa Sor María Socorro Roncero Domínguez,y acompañada de los padrinos: D. Antonio Jesús Bueno y Dª Mª del Pilar Peláez Palacios, se consagraba a Dios de una manera radical mediante los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, siendo todo un acto de universalidad de la Iglesia al mostrar razas, culturas, etc.,por quiénes acompañaban a la profesa: religiosos, religiosas, sacerdotes y fieles de Coria y venidos de otros lugares.

Don Francisco, en las palabras que le dirigió en la homilía y basándose en el Evangelio del día, nuestra hermana, sentiría la llamada de Dios allá en su tierra natal de Kenia, «al anochecer de aquel día», después de los acontecimientos del Viernes Santo; es el momento en el que Dios le toca el corazón a Tomás y muestra el cariño por los pecadores, recordando así el Domingo de la Misericordia. Sigue aprovechando la Palabra de Dios de este día y en ella ve reflejada los tres votos a los que Margarita se consagra:

1. Voto de Pobreza: Tomás primero ve y luego quiere creer; es lo que nos pasa a todos. Queremos comprobar las cosas, esta es nuestra miseria; primero tiene que ser el creer y es lo que nos da la fuerza para ver.
2. Voto de castidad: Jesús toca el corazón del Apóstol y lo convierte en una llama ardiente, que le hace abrazar totalmente al Señor; es lo que llamaríamos la entrega esponsal, que debe tener la hermana hacia Dios.
3. Voto de obediencia: él siente la llamada de Dios en aquel anochecer y se ve obligado a comunicar a los demás la aparición del Mesías; es fiel al mensaje y obedece a extenderlo; nuestra hermana, tiene que sentir esa vocación de comunicar a todos las bondades de Dios.

La nueva profesa, tuvo palabras de agradecimiento para todos los asistentes, teniendo muy en cuenta a sus padres y hermanos, que se encuentran allá en aquellas lejanas tierras africanas. ¡Fue todo un día para vivir la alegría del Evangelio y la sencillez de San Francisco!.

Román Fernández Martín