Testimonios de misioneros diocesanos en el Día de Hispanoamérica: Una vida compartida

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La Iglesia celebra el domingo 6 de marzo el Día de Hispanoamérica. Una jornada para recordar especialmente a los sacerdotes españoles que han salido de sus diócesis de origen para colaborar con la Iglesia católica en Latinoamérica. Estos sacerdotes se agrupan en la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana -OCSHA. El lema de este año define su carisma, «Una vida compartida».

El 2022 es un año especialmente cargado de efemérides en el campo de las misiones: 400 aniversario de la constitución de la Congregación Propaganda Fide, ahora Congregación para la Evangelización de los Pueblos; 400 años de la canonización de san Francisco de Javier, patrono de las misiones; 200 años del inicio de la Obra de la Propagación de la Fe, impulsora del Domund; 150 años del nacimiento del beato Paolo Manna, fundador de la Pontificia Unión Misional; 100 años de la elevación a la categoría de «Pontificias» de las Obras de Propagación de la Fe, Infancia Misionera y San Pedro Apóstol; o los 100″ de la revista Illuminare. Además, el 22 de mayo está prevista la beatificación en Lyon -Francia de Paulina Jaricot, fundadora de la primera de las Obras.

Como cada año, el presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, cardenal Marc Ouellet, firma una carta dirigida a Mons. Francisco Pérez González, presidente de la Comisión Episcopal para las Misiones y Cooperación con las Iglesias, y a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos españoles que trabajan como misioneros en tierras latinoamericanas.

«Son nombres de personas -concluye el mensaje- con grandes intuiciones, con grandes ambiciones, con un gran amor a la misión… ¡con grandes hombros! Sobre ellos, sobre sus obras y trabajos se apoya hoy la animación misionera que se realiza en el mundo. No es impropio titular este año, tan lleno de centenarios, «A hombros de gigantes», porque lo que la Iglesia es capaz de vivir y crecer hoy, lo hace, sin duda, a costa, también, de lo que han significado estas personas en la historia de la misión».

Desde Brasil

Mi nombre completo es Francisco Javier Tello Vega y pertenezco a la orden de Agustinos Recoletos. Soy Javier o Tello, como me llamaban siempre en el Seminario. Siempre tengo a mi tierra en el corazón. A veces cuando hablan mal de un sitio o de otro… yo siempre digo que Extremadura está en mi corazón y permanece conmigo. Siempre que voy de vacaciones intento ayudar en la diócesis o en los pueblos cercarnos a mi querido Hernán Pérez.

¿Soy misionero? Misionero fuera de la diócesis de Coria-Cáceres, fuera de España… Sí, se puede decir así… Porque parece que cuando pensamos en un misionero, nos viene a la mente alguien que está en la selva, o en zonas de mucha dificultad. Misionero es salir de tu casa y de tu gente, de lo conocido, y en ese sentido sí, soy misionero.

Es la segunda vez que estoy en América, la primera vez que salí de España fue a Venezuela, donde estuve desde el 2000 hasta el 2013 donde trabajé en un colegio, en formación y al cargo de la Vicaría, como vicario de los religiosos de Venezuela.

Después me llamaron para ir a Roma como secretario general de la orden de Agustinos Recoletos -la orden religiosa surgió en el siglo XVI y cuenta con presencia en 22 países alrededor del mundo y en 2018 me pidieron acompañar en la curia provincial en Brasil. Y aquí es donde me encuentro, en una de las tres casas o tres comunidades que tenemos en Río de Janeiro. En una de ellas estoy como prior, donde también me encargo de las cuestiones económicas, pero sobre todo estoy trabajando en las obras sociales que tenemos aquí.

Llegué en enero de 2019 para asentarme y comenzar a trabajar en este país: Brasil. En esta comunidad, la parroquia de Santa Mónica, tenemos el colegio de San Agustín y se atiende pastoral de la salud. Disponemos de una policlínica Santa Mónica, al servicio de los más necesitados, donde se atiende a muchas personas y las consultas se realizan con un pago «simbólico», por ejemplo, de 10 euros, cuando en España sería un precio bastante superior. Tenemos muchas áreas y especialidades desde neurocirugía, neurología, medicina general, ginecología, odontología, psicología, pediatría, nutrición…

Atendemos también desde nuestra parroquia a una favela, en ella, está la capilla Ntra. Sra. de la Consolación y también tenemos un preescolar, mantenido completamente por nosotros y con gratuidad para los alumnos en la que algunas familias colaboran mínimamente con lo que pueden. Hay casi 120 niños. También tenemos un servicio de entrega de cestas básicas de alimentación, muy común aquí. Desde la parroquia se envían casi unas 200 cestas de alimentos para la favela y de otros lugares, donde hay otro preescolar, de forma mensual. Todo orientado a las meriendas de los niños.

Nuestra tarea aquí, en Río de Janeiro, por tanto, intenta cubrir todos los aspectos. Desde la fe, pasando por la ayuda y la solidaridad hasta el desarrollo integral de la persona con la educación. Es un trabajo bonito, que exige no tanto la atención presencial, que uno tenga que estar siempre físicamente en cada lugar, pero sí la gestión: mantener las ayudas, buscar que todo esté legalmente organizado y que lo que se realiza sea de calidad. Es nuestra tarea.

También tenemos otras zonas en Brasil de misión, son 18 comunidades en total. En Amazonas, tenemos en la isla de Marajó, ahí sí que se trata de una zona con más dificultades. Pero también ofrecemos asistencia educativa, ayuda de alimentos… Tenemos colegio también mantenido por nosotros, una brinquedoteca -ludoteca, un lugar para que los niños puedan jugar y desarrollarse y como las aulas complementarias a la educación de la escuela, también para niños que no pueden ir a otros lugares después de clase, pues ahí tienen un espacio.

En Belém, la capital del estado brasileño de Pará, tenemos un centro en el que se imparten cursos, se ayuda con alimentos y se da atención médica a una población bastante grande.

Este es el trabajo que realizo aquí. No me considero un especialista, todavía no conozco mucho Brasil, porque llevo poco tiempo, son solo tres años, en los que he estado inmerso en esta realidad en Río de Janeiro.

Quiero mandarles un abrazo para todos y animarles a que sigan creciendo y manteniendo la fe. El Señor es el que nos entrega lo que somos, es el dueño de la mies y tenemos que seguir pidiendo para que haya nuevas vocaciones y nuevos trabajadores, sobre todo en estas diócesis, en esta España que necesita también tantas vocaciones. Dios les bendiga.

Desde Venezuela

Un saludo, hermanas y hermanos, con motivo del día de Hispanoamérica. Soy José Miguel Caballero Hierro, Hermano Marista. Mis padres son de Calzadilla, cerca de Coria. Mi vida religiosa inició hace 36 años aquí en Venezuela donde viví por 17 años; los últimos 18 los he pasado en Colombia, sobre todo apoyando la formación inicial de nuestros hermanos jóvenes en el noviciado y el postnoviciado.

Y ahora, de nuevo, de regreso a la tierra que me vio nacer como marista y que me acogió, permitiéndome entrar en esa corriente de siglos de compromiso y de generar nueva vida a la que tantos religiosos, religiosas, laicos y pastores le seguimos apostando en América Latina.

A mis hermanas y hermanos sacerdotes, religiosas y religiosos de estas latitudes que se encuentran en el territorio de nuestra querida Diócesis de Coria-Cáceres, les deseo que se sientan como yo, en casa. Es la única manera de sentir los proyectos y las personas entrelazados con nuestra propia vida como consagrados, metidos muy dentro del corazón.

Les cuento que tras 18 años fuera de Venezuela, el regreso ha sido ilusionante y desafiante. Siempre mis mayores me recordaban que «en tos laos está Dios» y es así. Y la forma en que ahora se presenta es retadora. La Venezuela que yo conocí es muy distinta a la que me encuentro ahora, marcada por la carestía de vida y unos sueldos que alcanzan para muy poco; hermanos muy mayores ante la misión; riqueza de jóvenes preparados que han dejado su patria; la migración masiva de muchos hermanos y hermanas, el abandono de su tierra y de sus hijos, dejándolos con algún conocido; las dificultades para acceder a las atenciones básicas de salud, servicios, transporte…

Sin embargo, por otra parte, en el servicio que ahora presto de animar la vida y misión marista en nuestros colegios, obras sociales y centros de capacitación juvenil… voy descubriendo el rostro, no solo del Cristo sufriente, sino del Jesús que apuesta por la vida digna de todos. Cuántos laicos y hermanos, que se sienten maristas de verdad y viviendo su compromiso cristiano, siguen al lado de los niños y jóvenes todos los días: con sueldos que no les llegan y deben completar con otros ingresos por fuera, dedicando horas extra, amando lo que hacen, confiando que en las cosas irán a mejor y que han decidido quedarse, preocupándose de que los jóvenes tengan formación, de suplementos de comida en la escuela, atentos a sus compañeros de trabajo, a la mínima necesidad de apoyo con una visita, con una medicina, con una atención médica; dando clases sin límite porque «esta semana se fueron 10 profesores y no podemos dejar a los muchachos en la calle». Y todo en medio de esta pandemia.

Uno se siente pequeño ante estas muestras de generosidad. Pero quizá nos recuerdan cuál es nuestro lugar en el Reino y como religiosos: entre los pequeños haciéndonos pequeños, desde abajo, agachándonos para lavar los pies… Más allá del «efectivismo» de los logros, simplemente hacerse compañero de camino. Ellos nos ponen en un lugar humilde, donde es posible ser feliz.

Es cierto aquello de que, cuando todo se acaba, solo queda el amor, y el amor sin palabras y con gestos. Esto no es, hermanas y hermanos, algo romántico; es echar la suerte, como Jesús, con cada uno, día a día. Lo más difícil es seguir creyendo y teniendo esperanza. Y nosotros como religiosos, la recibimos cotidianamente de tantas personas que siguen dando en medio de su propia carestía y la de su familia.

Doy gracias al Señor por plantarme en el hoy de esta tierra venezolana y solo le pido que me ayude a caminar con ojos abiertos y corazón atento. Y que nos siga brindando a todos el don de su Espíritu hecho esperanza en el mañana que construimos hoy. Un abrazo.

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