Una correspondencia de amor a las residencias de mayores

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Parecía un simple proyecto de Lengua y Religión en el Instituto El Brocense de Cáceres, con los alumnos de cuarto de la ESO. La idea era escribir una carta. Y en lugar de hacerlo de forma ficticia, los destinatarios son muy reales: los mayores de las residencias de ancianos.

«La ida surge porque me entero de que en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Cáceres habían enviado algunos grupos también de ESO cartas a monjas que estaban en la misma congregación pero en Badajoz y entonces me planteé si podíamos hacer algo similar», explica el profesor de Lengua del IES EL Brocense, Eloy Remedios. Este curso sus alumnos debían realizar un ejercicio práctico, puesto que debían estudiar la epístola como un texto tipo de la vida cotidiana.

Pensando en que quizás fuera más real y más fácil motivarlos teniendo una carta real y no un modelo o una carta ficticia que tuvieran que presentar en el cuaderno al profesor y en colaboración con la profesora de Religión del instituto, decide poner en marcha una iniciativa, en la que sus alumnos, que también cursen religión, participen de forma voluntaria escribiendo una carta a los mayores de las residencias de ancianos, que tanto han padecido la pandemia del coronavirus. ¿El resultado? Muy positivo.

«Ha sido una verdadera sorpresa. Parece que la idea gustó mucho. A pesar de que fue un una tarea que propongo de manera absolutamente voluntaria, en principio solo para los alumnos de Religión a los que yo imparto Lengua, la sorpresa y la alegría, viene de que todos los alumnos -incluidos los que no son de Religión han querido participar«, explica Remedios. «Esto demuestra que los jóvenes, a pesar de estar en esa edad tan difícil, pues tienen su corazón ‘bien puesto’», cuenta ufano.

Incluso, algunos alumnos se han ofrecido a escribir dos cartas porque teníamos más ancianos destinatarios que alumnos en 4º de la ESO.

En total se han enviado 86 cartas y han participado 75 de alumnos de 4° de ESO y 11 de P.M.A.R -programa de mejora de aprendizaje y de rendimiento. Todos tienen 15 y 16 años.

Tres de las participantes, Sandra León, Adriana Vallecillo y Laura Clemente nos han contado más de cerca lo que supuso para ellas esta propuesta de su profesor.

«Creo que no reciben muchas cartas, y tampoco creo que tengan mucho contacto con la gente», comienza Sandra, «entonces pensé que estaría bien hablar y saber de ellos«; su compañera Adriana añade que la propuesta le pareció muy interesante. «Muy buena idea para pararte a pensar y aparte de aprender a hacer una carta, pues comunicar con gente que a lo mejor diariamente no tiene contacto fuera y más con una pandemia». Laura subscribe a su compañera: «interesante» y por varios motivos: «Primero porque en las residencias los ancianos no reciben las mismas visitas, ya que no pueden ir sus familiares con la misma frecuencia y hay una sensación de soledad«. Y segundo porque practicar así era interesante «ya no se escriben cartas con la frecuencia que se hacía antes».

Todas tienen claro el mensaje que han querido transmitir con sus misivas: esperanza y positividad. Y también tender un puente para conocerse, pues todos los participantes del proyecto esperan con emoción recibir la respuesta de los mayores.

«Aunque nos vengan situaciones como una pandemia tenemos que saber adaptarnos a las circunstancias y llevarlo siempre con mucha positividad», explica Adriana. Laura cuenta: «Mi carta tenía un mensaje de esperanza y de que pronto va a acabar, pero también me he interesado mucho por cómo era su vida. Porque me encanta cuando mis abuelos o mi madre me cuentan anécdotas de su vida, de cosas que hacían de jóvenes, cómo eran o cómo vivieron ellos la posguerra».

Por su parte, su compañera Sandra ha aprovechado para presentarse y tratar de dar confianza al destinatario de su carta: «que entienda que hay otra persona con la que puede conversar, le he preguntado sobre él y cómo se siente».

Esta experiencia les ha servido también para recordar a sus abuelos. «Mi abuelo paterno vive muy lejos y con la pandemia casi no lo puedo ver y la verdad es que me haría mucha ilusión si esta actividad se hiciera donde está y le llegaran cartas de otras personas», cuenta Adriana. «Me he acordado especialmente de mis abuelos, ya que murieron cuando yo era muy pequeña y apenas tuve contacto con ellos. Entonces poder hacer esta actividad me ha gustado ya que he podido expresar ese afecto que no pude cuando era más pequeña«, se emociona Sandra.

«Yo me acordé de mi abuela», prosigue Laura, «está en la Asistida de Cáceres. Me acordé porque durante todo el periodo de confinamiento mi madre no pudo visitarla y lo pasó muy mal. Aunque mi abuela ya no es consciente de que alguien está allí… Siempre te sientes mejor cuando hay alguien a tu lado«.

Los jóvenes por supuesto han sufrido la pandemia, como todos, ¿en qué les ha afectado? «Al principio me costó un poco aceptar la situación pero posteriormente tuve que aprender a llevarlo bien y adaptarme a las medidas, pero sí que es verdad que de vez en cuando me afectaba con bajones… que se cancelaran viajes o planes del verano con mis amigos», se sincera Adriana.

Lo mismo le pasó a Sandra pero reconoce que hubo algo positivo ya que para ella supuso una oportunidad: «Cambié mucho mi forma de pensar y de ser. El padre de un amigo mío murió por la pandemia y me entristeció mucho». Laura alude a diferentes fases: «al principio muy bien porque eran como unas vacaciones ‘guays’. La segunda bastante mal porque mi madre y padre trabajan en el hospital y llegaban a casa muy cansados y agotados y era estresante». Por otro lado su hermano es muy activo y era muy difícil la convivencia en casa.

«Cuando pudimos empezar a salir otra vez de casa fue una sensación muy abrumadora para mí. Cuando salí y crucé la calle y vi que los árboles tenían hojas y flores -porque cuando entramos los árboles no habían florecido me entró una sensación… me oprimía el pecho. Me di cuenta de todo el tiempo que había pasado…» se sincera Laura.

Por otro lado, en esta pandemia, se ha criticado mucho el comportamiento incívico de algunos jóvenes. Sobre si creen que se ha «demonizado» al colectivo se muestran tajantes, creen que se ha puesto mucho el foco en ellos, pero también hay «irresponsables de todas las edades» señala Adriana. Laura reconoce que la situación es complicada para los jóvenes. «Se supone que tendríamos que poder salir, estar con tus amigos y no poder hacer nada de eso…»

¿Y qué le dirían ellas a quienes no cumplen las normas, -jóvenes y mayores? Pues les piden empatía. «Les diría que si ellos no han perdido a nadie, al menos que piensen en la gente que sí. En todos los que están muriendo en el mundo», dice Adriana. «No es ninguna tontería», apostilla Sandra. «A quien no cumple las medidas les diría que tienen suerte de que no sean ellos los que están en el hospital, o un familiar o trabajando en él, viendo a esas personas que sufren», culmina Laura.

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